La Biblia y la cruz de Cristo llegaron a América en los barcos españoles, no solo para “bendecir” los pasos de los adelantados sino para evangelizar a los hombres y mujeres del Nuevo Mundo. Esa era la misión de los sacerdotes y frailes que acompañaban a los conquistadores o invasores de los pueblos y culturas originarias.
No sería un proceso sencillo. Otros dioses eran adorados desde tiempos ancestrales. Lograr la conversión implicaría una serie de medidas, como la prohibición de los cultos paganos, el predicamento de la palabra del “nuevo Dios” entre los indígenas y la construcción de iglesias sobre los templos antiguos.
Esa estrategia proyectaba la idea de que el Dios cristiano se imponía a las divinidades locales; pero no solo eso, en la mente de los creyentes ese lugar seguía siendo sagrado. Ese sentimiento y devoción sería el origen del sincretismo religioso en los Andes, característica que se mantiene hasta hoy.
De eso te darás cuenta cuando visites una iglesia o participes en una fiesta patronal. De eso te darás cuenta en tus vacaciones en Perú. De eso te darás cuenta al recorrer la Catedral del Cusco, una de las más importantes de Sudamérica por ser la primera que erigieron los ibéricos en esta parte del mundo.
Contents
Una historia de fe
15 de noviembre de 1533: Francisco Pizarro y Diego de Almagro, dos de los tres socios de la conquista del Perú, arriban al Cusco un año después de la captura al inca Atahualpa en Cajamarca. Ellos no están solos. En su comitiva hay sacerdotes y frailes. La espada y la cruz caminan juntas en los valles y montañas andinas.
Ya asentados en la ciudad, surgió la idea y la necesidad de crear un obispado para dinamizar la misión evangelizadora entre los habitantes del Tawantinsuyo. Pizarro sería el encargado de hacer la petición al rey Carlos V. Su exhortación incluía el permiso para construir una catedral sobre el palacio del sapan inca Viracocha.
La petición del conquistador no fue una prioridad para el rey. La guerra entre Francia y Alemania lo tenía muy preocupado. Años después, el 8 de enero de 1537, el papa Paulo III crea la diócesis del Cusco. Ese fue el primer paso. Luego se elevaría a la categoría de arquidiócesis.
El primer obispo del Cusco y, por ende, de Sudamérica, sería el dominico fray Vicente de Valverde. Preocupado por el trato que recibían los pobladores locales, escribió varias cartas a la corona denunciando los abusos cometidos por sus coterráneos. Por esa razón sería conocido como el defensor de indios.
En aquellos años el arzobispado del Cusco dependía del obispado de Sevilla, en España. Su influencia se extendía desde el sur de Colombia hasta la Tierra del Fuego en Chile y Argentina. Esto revela la importancia religiosa que tuvo la capital incaica en el Perú colonial y en buena parte del continente.
Una obra celestial
Paciencia divina. Es la frase que podría explicar el proceso de construcción de la Catedral cusqueña, localizada en la parte norte de la plaza de Armas. Sí, mucha paciencia, porque esta joya de la arquitectura colonial que impone su monumentalidad en el Centro Histórico, se erigió entre 1560 y 1664.
Más de un siglo pasó para que la vistosa Catedral estuviera terminada. En ese largo periodo, diversos arquitectos se encargaron de la obra, siendo Miguel Gutiérrez Sencio el más destacado. También cumplieron una tarea importante Marco Vitruvio o Juan de Herrera.
Es pertinente mencionar que los trabajos se paralizaron entre 1570 y 1572, por la llegada del virrey Francisco Toledo. Ese no fue el único retraso en la edificación de la casa de Dios. En 1650 la tierra tembló con furia en el Cusco. El terremoto causaría el derrumbe parcial de la bóveda de crucería.
Este tipo de bóveda es característica del estilo gótico y se utiliza con el propósito de crear amplios espacios y grandes ventanales. Muy común en las iglesias y catedrales, está formada por “nervios u ojivas que se cruzan en diagonal y se apoyan en una clave común en el centro”, como se explica en La Capilla Cultural.
Los templos de la Catedral
En la actualidad, el sobrio conjunto arquitectónico está formado por tres templos. Al lado izquierdo de la fachada está la iglesia de la Sagrada Familia, en el centro la Basílica de la Catedral y en el lateral derecho la iglesia del Triunfo.
La Sagrada Familia, conocida como la iglesia de Jesús María y José, fue la última en construirse (siglo XVIII). Las obras se iniciaron en 1723 y culminaron en 1735. Antes de la edificación, el terreno fue el primer cementerio de la ciudad.
La historia de la iglesia del Triunfo se remonta a los orígenes del Cusco colonial. Erigida en 1539 sobre el palacio del sapan inca Wiracocha, en este templo se realizó la primera misa en lo que hoy es el complejo catedralicio. La ceremonia fue oficiada por fray Vicente de Valverde, el primer obispo de la ciudad.
En la cripta del Triunfo se encuentran los restos de Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), el primer escritor mestizo. Nacido en el Cusco bajo el nombre de Gómez Suárez de Figueroa, fue hijo de un capitán español y de una ñusta (princesa) andina. Su obra, los Comentarios Reales, es fundamental para entender la historia incaica.
Estilos arquitectónicos
Antes de ingresar a la Catedral para conocer su valiosa colección de arte religioso, observa con detenimiento su fachada de estilo renacentista. No la mires solo desde la plaza de Armas. Acércate, recórrela de lado a lado y fíjate en cada uno de sus detalles.
Y es que no es necesario ser católico o un experto en la arquitectura colonial, para entender que este monumento de planta rectangular y tres naves, conocidas como Epístola, Central y del Evangelio, es una de las maravillas del Centro Histórico del Cusco, declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
¿Y si te animas a ingresar? Vamos. No es complicado. Hazlo de lunes a domingo desde las 10:00 a. m. hasta las 6:00 p. m. (costo de la entrada: 40 soles). Ya en el interior te sorprenderán los aires barrocos, góticos tardío y platerescos, además de los 14 pilares cruciformes y 24 bóvedas de nervadura con arcos de piedra y arcos de medio punto, construidos con andesitas volcánicas.
Si te gusta el arte, te quedarás impactado con las piezas de orfebrería colonial, las pinturas de índole religioso, las esculturas de santos y vírgenes que convierten a este espacio de fe en un auténtico museo que revela las técnicas, la sensibilidad y el sincretismo del periodo colonial.
Pinturas celestiales
En 1673 la llegada de un obispo marcaría un antes y después en la pintura religiosa cusqueña. Y no es que Manuel Mollinedo y Angulo fuera un consumado artistas. Nada de eso. Su aporte no se sustentó en sus pinceladas sino en el hecho de introducir el estilo barroco en la antigua capital inca.
¿Cómo lo hizo? La respuesta es simple: a través de los lienzos de El Greco (1541—1614) que el obispo trasladó al Cusco desde Madrid. El legado de este artista español de origen griego, incluye obras de inspiración religiosa que se caracterizan por el uso de colores sobrenaturales y el conocimiento de la figura humana.
Arte y religión. Influencias europeas y andinas en las obras pictóricas de la Catedral, donde resaltan los trazos de Diego Quispe Tito, pintor hispano—peruano que nació y murió en el barrio de San Sebastián (1611—1681). Este artista es considerado uno de los máximos representantes de la escuela cusqueña.
Basilio Santa Cruz Pumacallao (1630—1710) fue otro pintor andino que enriqueció con su arte los claustros catedralicios. Junto a José López de los Ríos y Leonardo Torres, fue uno de los creadores de los ángeles y arcángeles arcabuceros, una iconografía propia de la escuela cusqueña.
La colección pictórica de la Catedral incluye trabajos de los italianos Bernardo Bitti (Camerino, 1548—Lima, 1610) y Mateo Pérez de Alesio (Lecce, 1547—Lima, 1616).
A continuación, detallaremos las obras a las que tendrás que prestarle particular atención durante tu recorrido turístico y cultural:
👉Nuestra Señora de la Almudena (1698)
Está en la nave del Evangelio y es obra de Basilio Santa Cruz Pumacallao. El artista retrató a los reyes católicos Carlos II y María Luisa de Borbón, orando a los pies de la virgen de Madrid. Se cree que Santa Cruz se inspiró en uno de los lienzos que el obispo Mollinedo trajo al Perú desde España.
👉Serie de las Letanías Lauretanas (1755)
Son 50 lienzos colocados en las naves laterales y el testero, inspirados en las invocaciones colectivas y las oraciones de súplica dirigidas a la virgen en las procesiones y rogativas. Fueron pintadas por Marcos Zapata (Cusco, 1710—1776), uno de los últimos representantes de la escuela cusqueña.
👉Virgen del Pajarito (s. XVI)
Esta pintura de Bernardo Bitti muestra a la virgen María sosteniendo al Niño Jesús en su regazo, quien juega con una pequeña ave de presa. La obra se encuentra en el sagrario del retablo de la Santísima Trinidad, al fondo la nave izquierda de la Catedral.
Arte escultórico
No solo hay pinturas en el interior catedralicio. Durante tu visita, observarás esculturas de Cristo, de la virgen María y de varios santos y santas que te dejarán anonadado por su realismo, la proporcionalidad y el nivel de detalle de los cuerpos. Finamente trabajadas, varias de estas imágenes tienen movimiento.
Las esculturas —principalmente de estilo barroco o renacentista— son de cedro, maguey y otros materiales utilizados en la colonia. En su elaboración los artistas combinaron técnicas occidentales y andinas, como el molde de arcilla.
La escultura del Señor de los Temblores, el patrón jurado del Cusco, las tallas de San Miguel Arcángel y la virgen de la Purísima Concepción, conocida como “la Linda”, son dignas de resaltar; al igual que la sillería del coro, el púlpito y las imágenes del altar mayor de las iglesias de la Sagrada Familia y del Triunfo.
Tesoros de la Catedral
El señor de los Temblores o Taytacha Temblores, una imagen de Cristo crucificado de “piel oscura”, facciones grotescas y anatomía asimétrica. Su cabeza es de maguey, mientras que sus pies y manos son de madera balsa. Se cree que la imagen data de 1570.
Y la Última Cena de Marco Zapata en la que se aprecia claramente la imagen de un cuy.
Otras joyas:
- Las piezas elaborados con oro, plata y diversas piedras preciosas.
- Los 256 ornamentos u objetos metálicos de diferentes tamaños inventariados en toda la Catedral.
- El caldero para el agua bendita, los candelabros, los mecheros y las lámparas de la capilla de la Platería.
- La custodia con perlas, rubíes y esmeraldas, elaborada por el platero Gregorio Gallegos en 1745. Esta tiene 1,20 metros de altura y pesa alrededor de 27 kilos.